[24 de septiembre de 1952, Uruapan Michoacán | 07 de febrero de 2009, CDMX]
Un músico fuera de las convenciones. Con formación profesional (estudió flauta en la Escuela Nacional de Música de la UNAM), pero se entregó a territorios inexplorados e iconoclastas: la búsqueda de lo mexicano, de lo prehispánico, en fusiones sorprendentes con el rock y la electroacústica.
En los 70’s estuvo estudiando en Alemania, donde asimiló las tradiciones occidentales, pero un poco más tarde viajó hasta Dharamsala, India, experiencia que lo marcó de manera profunda. Regresó a su país con un plan preciso de búsqueda y descubrimiento.
Entonces formó el grupo de rock progresivo Chac Mool, que mantuvo vivo con distintos integrantes hasta el fin de su vida.
En su vasta producción pueden destacarse cuatro discos: Nadie en especial (1980), Sueños de metal (1981), Cintas en directo (1982) y Caricia digital (1984). En ellos no sólo se destacan sus destrezas como flautista y guitarrista, sino sus habilidades electroacústicas, sintetizando y mesclando sonidos en una vorágine de combinaciones imposibles. Añadió al conjunto el resultado de sus investigaciones de musicólogo práctico, y así consiguió su perfil esencial, creando atmósferas con letras que generaron un cúmulo de fieles seguidores.
Sus conciertos eran verdaderas ceremonias sonoras, multisensoriales, con luces, escenificaciones, espacializaciones, olores (que provocaron no pocos escándalos) y en el fondo el ritual del retorno a las raíces. Un rock mesoamericano. Integró en una sola experiencia sonora instrumentos de la tradición europea con instrumentos de las más lejanas tradiciones mexicanas.
Sorprendió a propios y extraños escuchar a un rockero tocando teponaztlis y conchas de tortuga, pero generó adhesiones inconmensurables de inmediato. Se definía a sí mismo como etnomúsico. Un etnomúsico entre computadoras y fierritos y cables tecnológicos.
Un éxito especial tuvo sin duda el concierto que ofrecía cada Día de Muertos en el Espacio Escultórico de la UNAM, en el que buscaba reivindicar los principios sagrados de las culturas prehispánicas, donde el músico aparecía disfrazado como un jaguar.
Generó colaboraciones fantásticas con numerosos músicos indígenas. En uno de sus discos, Comala, aparece María Sabina cantando sus rituales de curación.
Su música para cine fue de enorme importancia, como consta en La otra conquista, de Salvador Carrasco, o Los hijos del viento, de José Miguel Suárez, o Malapata, de Ulises Guzmán.
Su producción discográfica supera la treintena de títulos. En 2003 apareció su disco Pluma de piedra, en colaboración con el inventor de instrumentos Piet Jan Blauw.
En 2005 recorrió Michoacán, por todos sus caminos, para grabar su disco Michoacán: un paisaje sonoro, apoyado por la Secretaría de Cultura del Estado.